
El mapa y el territorio es libro normal tirando a… pero es que viniendo de un autor del que
se dicen las cosas tan elevadas y superlativas que se dicen de Herr
Houellebecq resulta entonces que me pongo de mal humor, que si no no
digo nada, y me parece que el libro de marras es una tomadura de pelo absoluta,
por banal y mediocre y prueba contumaz de las insalvables
limitaciones de quien sólo alcanza para copiar, aunque lo haga bien,
cosa que tampoco, pero que no es capaz de crear, aunque lo hiciera mal… y
entonces Michel se derrumba a lo bestia…

Lo de Michel y su El mapa y el territorio es como si a
un tipo que está todo el día fardando de que es el gran montañero del último
medio siglo, ahí ahí con Messner, nos lo encontramos con dificultades para
subir una duna en la playa… o, si el tipo fardara de maratoniano, pues con taquicardias
y estertores en el kilómetro siete trescientos… la fantasmada mayúscula del gabacho
Michel es eso de anunciar en su libro trallazos visionarios, lugares
nuevos e iluminadores, como eso de las fotos de mapas de carreteras… silencio,
se rueda… y luego escabullirse, puro efecto hueco, largársenos por los cerros
de Úbeda, ser incapaz de contarnos eso que nos anuncia en capitulares y de lo
que, ante semejante presentación altisonante, podríamos esperar algo bueno de verdad,
algo nuevo: lo único que hay es trampa, bluf, esquinazo, limitación, fantasmada,
superficialidad y fanfarronería… un descosido, vamos… y vale que Ampliación del campo de batalla y Las partículas elementales
no estén mal, aunque suenen tanto a libros de otros autores, que lo de fusilar debía ser irreprimible para Houellebecq, pero haberse quedado ahí, carajo, que la cosa iba colando y ya estaba instalado en la pomada… al final con este otro ya la enfermedad se le fue de las manos... y claro, le dieron todos los premios...
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