jueves, 18 de diciembre de 2014

Gopegui/ La escala de los mapas

Me enteré recién hace unos días: que había que leerse algo de Frau Belén, que era cosa muy a su manera: nata y alfajores, marejada de fondo, viento rizado y tropezones de emoción...

Y me pillé un resfriado de tres pares, que se me quedó la ventana abierta, el asombro en las manos, el ánimo en las nubes, y yo leyéndome La escala de los mapas… y ojo, que es su primer trabajo, miña nai, de esos primeros libros que te puedes retirar, si te da la gana, a vivir dentro de una canción de los Smiths…

Al tercer capítulo ya había llamado a dieciocho mil personas para que me ayudaran a cerrar filas y correr la cortina. Y todos menos uno se pusieron a leer a Gopegui Cuando acabaron hicieron una encuesta cuyo resultado desconozco. Con el otro me tomé un café…

Da la sensación de que Belén esperó mucho, para mí que años antes ya debía tener de sobra para noquear al más pintado… porque en este libro tremendo y espectacular bota por fóra, siembra, derrama, esparce… que La escala de los mapas es como una inundación, que, a mí, me pareció de gloria pura y vibración. Unas maneras y un arte al margen de gustos, con un algo de atropello y exageración, y un mucho de magia… de estas cosas que cuidado con ellas…

Se me vinieron a las meninges, por eso del primer librajo flamígero e incontestable, Benet y Laforet… también se me vino El mapa y el territorioen el que Michel H amaga, intenta, de manera cutre y fallida, algo que Belén borda y domina ya en su primera novela… allons enfants… escrita, por cierto, mucho antes que la del gabacho Michel H, obsesionado, entre otras cosas, con ese imposible cacofónico de parecerse a Céline… Dejo a Michel y vuelvo a Gopegui, que dicen que lo mejor aún estaba por llegar…

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