sábado, 19 de febrero de 2011

La hora del Bobo. (Vargtimmen)


Tras hacer dos pequeñas correcciones, se sabe, por fin, qué carajo le pasa a Max Von Sydow por las noches. Viviendo en la norteña isla en la que él reside, nos da igual que sea Spitzbergen o las Aleutianas, y fiándonos de lo que cuenta IBergman, se diría que Max, a la hora del lobo, aquejado de miedos y paranoias de tipo protestante (lo peor que hay) entra en un estado de atolondramiento infantil tal, que deja a una expectante señorita Ullmann sin saber qué hacer con el interfecto... Pues bien, la cosa está aclarada.

En cuanto a las correcciones, hemos de decir que una se refiere al título, en el que se cambia lobo por Bobo. La otra alude a la hora en que tiene lugar el alambicado fenómeno que desasosiega a Max. De acuerdo con ello, sabemos ahora que nos hallamos ante la hora del Bobo, y que, a diferencia de lo que originalmente propone Ingmar Bergman en su película, dicha hora no transcurre durante la madrugada, sino que empieza exactamente a las 22:00 h. Así es la cosa.

Pocos minutos antes de la hora lobuna, Max, irremediablemente, está preso en su camisa de fuerza. Se le ha metido en la cabeza realizar, durante los meses del verano nórdico, un Catastro General de la Estulticia. Vaya empeño, diréis. Hombre de recursos y espíritu generoso a la vez que pragmático, ante semejante reto, ha decido eliminar de tamaña empresa parte del trabajo. Así, de manera clarividente, optó por excluir su propia estupidez, infinita, y dedicarse a catastrar la de los demás, también infinita.

Y ello porque acostumbrado a soportarse sin mayores problemas, lo que no aguanta Max es la estupidez del resto de humanidad. Esa estupidez le resulta ofensiva, desagradable, insoportable. Vale que uno sea idiota, no pasa nada, pero que lo sean los demás… Es demasiado, le supera, no se lo perdona. Max los clasificaría, los viviseccionaría, les haría leer las obras completas de JJoyce, pobres, que se jodan, los estigmatizaría, los metería en sus listitas prejuiciosas y enfermizas, y de ahí a la pira. Así es que empezó con su sobredimensionado Catastro General, y se volvió loco de atar.

Podemos meter a Max Von Sydow y a su sensatísima y emprendedora locura en una maquina/scanner de las que hacen lonchitas con nuestro cerebro y descodifican los calambrazos que se dan nuestras neuronas. Analicemos al individuo Max a las 22:01 h. El corte/lonchita correspondería a una milésima de segundo de actividad cerebral y el resultado, en dos dimensiones, sería el que sigue:

launo y lados/telecinco y antenatres/ladiez y latrece/lasexta y cuatro/lacero y laenésima/montoyas y tarantos, o capuletos/laser y lacope/radionacional y radioexterior/lateuvega y laradiogalega/lavozdegalicia y elfarodevigo/oxornal y elalcazar/elmundo y elpais/romeo y Julieta/programación y contraprogamación/intereconomía y radiomaría/lemonde y lefigaro/post y times/diewelt y bild/penalti y anuncios/slendershaper y superpillow/

Está loco el pobre Max. La empresa, el reto, la magna obra lo está matando. Su cerebro se desmelena ante tal profusión de estulticia. Cómo catalogar la innúmera estupidez que nos rodea. ¿No es, acaso, otra estupidez semejante propósito catastral? Imaginaros esas toneladas de chorradas acumuladas en una milésima de segundo en la cabeza. Inhumano. Quién controla eso. Ya estamos ante un cerebro turbina a reacción. Y su dueño detrás, asfixiado, hiperventilando y gripando, trombo y aneurisma. La siguiente milésima, captada también por el scanner, daría como inhumano resultado el que sigue:

Losdesayunosdeteuvee y espejopúblico/ elgatoalagua y lavueltaalmundo/ protagonistas y lahoraveinticinco/ bosdías y elprogramadeAR/ opinión y cartasaldirector/ dandocaña y lahorauve/ alrojovivo y haydebate/

Veamos un trailer sobre los sinsabores de Max, al que, una vez vistas sus lonchitas cerebrales, apreciamos el doble.


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