viernes, 2 de septiembre de 2011

El Mar - Galápagos



Hace unas semanas leí unas críticas de un libro de John Banville, personaje absolutamente desconocido para mí, que me pincharon de curiosidad. Curiosidad por las cosas que, supuestamente, tendría que decir el individuo. Lo que largaban en el artículo que me topé era cosa seria. No sólo por cómo ponían el libro que comentaban, más arriba de las nubes, sino por el panorama de intereses, preocupaciones y obsesiones que, decían, caracteriza a Banville y a sus novelas. Ese panorama de asuntos, reflejo de los propios, me mandó directo a la librería. Pensaba encontrarme, pues rebotaban en mi cabezota los comentarios leídos en el artículo, un artista, atroz en su arte y feroz en sus ideas. Vamos, que, incauto de mí, iba todo ilusionado pensando que me iba a topar con un Bernhard, o tres Cioran, o cinco Woolf, o un trasunto DFW, o un aprendiz de Celine, o un duodécimo Beckett, o la mácula en el ojo de Jorge Luís, o un nuevo perdido… Como a la librería, a la que voy en coche desde Carballo, tardo un ratito motorizado en llegar, ese tiempo me valió para bajar yo de la nube, y entrar en la tienda, como quien dice, con los pies en la tierra…

Y con los pies en la tierra, quién se puede creer que me fuera a topar con personajes tales como los que arriba menciono. Ya más tranquilo, me habría conformado con mucho menos de lo, en un principio, soñado…

La novela comentada y exaltada no la tenían. Pinchado por las curiosidades que aún me acompañaban, me agencié otro libro del individuo: El mar. Y ello a pesar del desafortunado título, pues hay que ser muy muy muy para salirse con semejantes palabrazas entre columnas dóricas para un título... Acabé con lo que estaba y empecé con Banville… Y ahora, hace un par de días que acabé con Banville y que he empezado con Galápagos, de Kurt Vonnegut. De ésta no había leído ninguna exaltación. La vi y la cogí. El comienzo es espectacular, redondo, divertido… veremos cómo sigue. Y aunque se desinfle, tras leer la apoteósica Matadero 5, a KurtV le perdono lo que haga falta, que no sería la primera vez.

Pero a Banville no estoy para perdonarle mucho, que digamos. Salvo una sorpresa argumental, buena buena, que me dejó en albis en las páginas finales, la novela parece un telefilme de sobremesa del pelotón de cola… Las cosas que de él se comentaban con exaltación en el artículo, yo no las vi por ningún lado. Y el panorama de asuntos y obsesiones que, decían, caracteriza autor y obra, debió quedar en casa, o se perdió por el camino, o se cayó por una ladera abajo al tomar una curva peligrosa. En cualquier caso, no llegó a tiempo de subirse a la novelita, que se fue sin el mentado panorama. Aunque ya he reconocido varias veces que mi deficiente o inexistente sutileza me impide entender como se debiera muchos de esos ejercicios literarios en los que lo que se muestra es la décima parte de lo que se oculta veladamente. Ya no digamos cuando esa décima parte que se nos muestra debe ser entendida por el lector haciendo unos intrincados ejercicios interpretativo – metafórico – pestilentes, todo ello según un misterioso mandato del autor, del editor o del crítico…


















2 comentarios:

nick dijo...

Me cuesta creer que coincidamos en algo, venturitiña, pero he de decir que con El mar me llevé un chasco parecido. Haberme preguntado, hombre…
También he de decir, nembargantes, que una especie de biografía novelada que el Banville hizo de Copérnico sí vale la pena.

venturitiña dijo...

Esto de la coincidencia, Mr. Nick, es cuasi bochornoso. ¿No tendrás las defensas bajas? Debemos tomar medidas, Preclaro. Tranquilo, te adelanto que la semana que viene leeré la de Copérnico. Te adelanto, también, que no me gustará... Caray, ya me encuentro mejor. Si con esta nueva divergencia no te recuperas, dímelo, que, estando en juego tu salud, estoy dispuesto a ensalzar las dotes baloncestísticas de Ricky Rub... aunque me costaría bastante, he de reconocerlo.

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