miércoles, 25 de abril de 2012

Un ejemplo Lispector

Hace tiempo que leí La hora de la estrella… curiosidad, unida a la portada, que la mercadotecnia es terrible…

Pasado el primer sobresalto a La hora de la estrella, hace unos días cayó en mis manos La pasión según G. H., librajo diferenciado y de difícil catalogación que me topé en bonita edición, magníficas condiciones y a precios populares en extremo…

Por poner un ejemplo… podríamos decir que Clarice cuando respiraba se ahogaba y que, al hacer esto último, era como si respirase… A propósito de lo cual podríamos decir que la oscuridad la deslumbraba… y que temía los borrosos y pardos sentimientos que se ocultan tras la claridad, que, quizá sólo a ella, ofuscaba por tenebrosa, sombría y lúgubre...  A propósito de lo cual podríamos estar así toda una eternidad… o dos libros de principio a fin, que sería como decir ninguno, que es la mejor manera de estar en el infinito… puntualizando que en el infinito no estamos sino que existimos, pero que lo hacemos en la nada, que para ella, Clarice, bien os lo podéis imaginar, es el todo… A propósito de lo cual sería importante diferenciar entre ambos conceptos, pero sin distinguirlos, porque al hacerlo los eliminamos, y si los eliminamos, los confundiremos y haremos de dos, uno…

A propósito de lo cual, debemos olvidarnos de los estúpidos ejemplos, que a mí no me salen y que a ella sí, algunos muy bien… pero que aunque a mí no me salgan como a ella, es y da lo mismo… y seguimos con el desbarajuste… hasta que suene la campana, que claro, no oiremos, porque sabéis que ella sólo oía el silencio, que, por cierto, le resultaba ensordecedor, pero no una campana con su dindón… aunque estuviesen a su lado

… y tengo que reconocer que a propósito de todo lo anterior preparé un martillo mecánico de mil toneladas de fuerza bruta de palanca motriz asesina para destaponar su oído… y de paso atizarle en el pescuezo porque había conseguido tocarme las naringes… pero claro, como bien os podéis imaginar, a la rapaza la caricia y la lisonja le hacen daño, pero es insensible al dolor o a la violencia física más irredentas… con lo cual, un zafio como yo se queda sin argumentos, que a Clarice le duele un beso pero no siente ni padece mi martillo mecánico de mil toneladas cuando impacta contra su pescuezo desarrollando una fuerza por milímetro cuadrado solo comparable en magnitud a la consternación que me invadió en sus manos, libro abierto mediante…

A propósito de lo cual te cansas de esperar a que, aparte de una sopa de letras que es siempre la misma, la autora se digne comunicar o transmitir algo más, que seguro que lo hace, pero es que no es apto para que todos lo entendamos, supongo, y vas y te cansas... pero claro, te dirá Clarice que nada más emocionante que la soporífera espera en el tedio, que nada más aburrido que la acción trepidante… que no hay mejor libro que la hoja en blanco ni mayor cúmulo de ignorancia que la enciclopedia, el saber popular o la verdad infinitesimal… y el caso es que acabé este segundo libro después de un considerable esfuerzo sobrehumano que ni noté pues, tras él, me encontraba fresco como una lechuga… con lo que se confirma que la autora me contagia, que ahora nada me cansa más que el reposo y nada me relaja más que el esfuerzo heroico…

A propósito de lo cual os digo que tiene una manera de escribir así como de esa manera que otros bordan y nos encantan pero que en su caso falta algo bastante e infranqueable para que el resultado sea el deseable... y vendrán otros que dirán que faltando algo es que lo tiene casi todo, pero también podría decirse que tenerlo casi todo es como no tener nada… y venga más sopa de letras… y lo dicho, te cansas

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