¿Cómo es posible que una aplastante mayoría de cineastas vivan de espaldas a lo que debería ser una de las principales ventajas de su supuesto arte, el llamado séptimo?
No tengo ni idea. Pero debemos dar gracias a que no sean una unanimidad, un unísono de mediocridad. Los hay que no le dan la espalda a lo que a nosotros nos fascina, y que no es otra cosa que las imágenes, per se, a palo seco. En resumidas cuentas: la escandalosa fuerza que las mismas pueden llegar a tener cuando el que se encarga del asunto sabe lo que se trae entre manos, a diferencia de esa otra infame mayoría de miembros del gremio éste de los cineastas que, o bien desprecia y humilla a las pobres imágenes (paradójico asunto), o bien es incapaz de crear nada minimamente presentable (opción ésta más probable que la anterior).
Alguna que otra entrada le he dedicado en el blog a esas gloriosas películas que podríamos definir, torpe y exageradamente, como aquellas que nos dejan estupefactos aunque las veamos con el volumen a cero. Qué pasada. Nada tengo en contra de argumentos y tramas, de mensajes velados y obviedades. Todo lo contrario, hasta ahí podíamos llegar. Pero cuando uno ve lo que llegan a hacer determinados elegidos sólo con sus imágenes, cómo nos dejan pegados al asiento con semejante espectáculo visual, luego me escandalizo ante la generalizada incapacidad para hacer algo parecido, aunque sea sólo un poquito, que caracteriza al mayoritario resto de profesionales ¿? del gremio. No hay manera. Qué pobreza.
Incapacidad que escandaliza más aún si tenemos en cuenta que este gremio de los cineastas, además de con las imágenes, ahí es nada, cuenta con otra arma de destrucción masiva de voluntades y de incuestionables efectos psicosomáticos: la música. ¿Cómo es posible que a oscuras, mirando para arriba, después de haber pagado una pasta y por lo tanto sugestionados positivamente, con un dolby/surround 5.1 y sabe dios cuántos alucinógenos técnicos de ultima generación más (desde asientos móviles hasta gafas que lo ven todo), no se salga del cine como quien se ha pegado un viaje intergaláctico o se ha bebido de un trago un preparado de ayahuasca macerado en peyote durante tres semanas? Es que hay que ser muy mediocre, pero mucho, mucho, para hacer semejantes bodrios visuales. Si, a mayores, tampoco la trama, argumento, o lo que se estile, están muy logrados el fiasco es monumental.
Ay, ay, ay, cuando uno se topa con un trallazo de esos de verdad... No queriendo ofender sensibilidades dejo en vuestras manos la elección de los creadores y sus películas. Pensad en esa o aquella, sin duda pelis que os dejaron abraiados por el desmadre sin igual de su estética, fuerza visual o como lo queráis llamar. Muchas veces, además, coincide que todo lo demás está a la misma altura, argumentos, música… una pasada.
Yendo el asunto de lo que va, voy a elegir yo un comienzo y un final de esos que me dejaron totalmente alucinado, acongojado, enfrascado, pidiendo a gritos que no acabase tal espectáculo, por lo menos en la hora y media de metraje estándar. Un comienzo (insuperable) y un final (también insuperable). Ambos, mezcla soberbia y electrizante de imagen y música. Las maravillas de la electrónica permiten que con un simple clic podáis ver y oir parte del espectáculo.
El comienzo entre los comienzos (junto con otros muchos, claro está) es el de “Aguirre, la cólera de Dios” apabullante secuencia acompañada por la espectacular canción que Popol Vuh se sacaron de la manga en el año 1972 para la peli de su paisano Werner Herzog. No se encuentra entero en tutubo por lo que haceros una pobre idea con los primeros 40 segundos de este trailer (por desgracia muy mala imagen):
La apoteósica cancioncilla de Popol Vuh sí que está enterita. Que en el ´72 anduvieran con estas cosas no es una broma:
El final, qué final… el de Zabriskie Point de M. Antonioni, una verdadera pasada. La peli, salvo una pseudo-escena orgiástica-naive que el paso del tiempo ha convertido en un tristísimo espectáculo, es de esas que entran por la vista, como la anterior y tantas otras. Venga el espectáculo, este sí, entero y con calidad bastante aceptable. La música de Pink Floyd:
No tengo ni idea. Pero debemos dar gracias a que no sean una unanimidad, un unísono de mediocridad. Los hay que no le dan la espalda a lo que a nosotros nos fascina, y que no es otra cosa que las imágenes, per se, a palo seco. En resumidas cuentas: la escandalosa fuerza que las mismas pueden llegar a tener cuando el que se encarga del asunto sabe lo que se trae entre manos, a diferencia de esa otra infame mayoría de miembros del gremio éste de los cineastas que, o bien desprecia y humilla a las pobres imágenes (paradójico asunto), o bien es incapaz de crear nada minimamente presentable (opción ésta más probable que la anterior).
Alguna que otra entrada le he dedicado en el blog a esas gloriosas películas que podríamos definir, torpe y exageradamente, como aquellas que nos dejan estupefactos aunque las veamos con el volumen a cero. Qué pasada. Nada tengo en contra de argumentos y tramas, de mensajes velados y obviedades. Todo lo contrario, hasta ahí podíamos llegar. Pero cuando uno ve lo que llegan a hacer determinados elegidos sólo con sus imágenes, cómo nos dejan pegados al asiento con semejante espectáculo visual, luego me escandalizo ante la generalizada incapacidad para hacer algo parecido, aunque sea sólo un poquito, que caracteriza al mayoritario resto de profesionales ¿? del gremio. No hay manera. Qué pobreza.
Incapacidad que escandaliza más aún si tenemos en cuenta que este gremio de los cineastas, además de con las imágenes, ahí es nada, cuenta con otra arma de destrucción masiva de voluntades y de incuestionables efectos psicosomáticos: la música. ¿Cómo es posible que a oscuras, mirando para arriba, después de haber pagado una pasta y por lo tanto sugestionados positivamente, con un dolby/surround 5.1 y sabe dios cuántos alucinógenos técnicos de ultima generación más (desde asientos móviles hasta gafas que lo ven todo), no se salga del cine como quien se ha pegado un viaje intergaláctico o se ha bebido de un trago un preparado de ayahuasca macerado en peyote durante tres semanas? Es que hay que ser muy mediocre, pero mucho, mucho, para hacer semejantes bodrios visuales. Si, a mayores, tampoco la trama, argumento, o lo que se estile, están muy logrados el fiasco es monumental.
Ay, ay, ay, cuando uno se topa con un trallazo de esos de verdad... No queriendo ofender sensibilidades dejo en vuestras manos la elección de los creadores y sus películas. Pensad en esa o aquella, sin duda pelis que os dejaron abraiados por el desmadre sin igual de su estética, fuerza visual o como lo queráis llamar. Muchas veces, además, coincide que todo lo demás está a la misma altura, argumentos, música… una pasada.
Yendo el asunto de lo que va, voy a elegir yo un comienzo y un final de esos que me dejaron totalmente alucinado, acongojado, enfrascado, pidiendo a gritos que no acabase tal espectáculo, por lo menos en la hora y media de metraje estándar. Un comienzo (insuperable) y un final (también insuperable). Ambos, mezcla soberbia y electrizante de imagen y música. Las maravillas de la electrónica permiten que con un simple clic podáis ver y oir parte del espectáculo.
El comienzo entre los comienzos (junto con otros muchos, claro está) es el de “Aguirre, la cólera de Dios” apabullante secuencia acompañada por la espectacular canción que Popol Vuh se sacaron de la manga en el año 1972 para la peli de su paisano Werner Herzog. No se encuentra entero en tutubo por lo que haceros una pobre idea con los primeros 40 segundos de este trailer (por desgracia muy mala imagen):
La apoteósica cancioncilla de Popol Vuh sí que está enterita. Que en el ´72 anduvieran con estas cosas no es una broma:
El final, qué final… el de Zabriskie Point de M. Antonioni, una verdadera pasada. La peli, salvo una pseudo-escena orgiástica-naive que el paso del tiempo ha convertido en un tristísimo espectáculo, es de esas que entran por la vista, como la anterior y tantas otras. Venga el espectáculo, este sí, entero y con calidad bastante aceptable. La música de Pink Floyd:
1 comentario:
Cómo exageras con el gremio cinematográfico, venturitiña. Empero, y aunque bien sabes que nos cuesta coincidir, en esta no me queda otra que estar contigo... ¡El principio de Aguirre es una pasarada...!
Y Popol Vuh es un nombre cojonudo
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