jueves, 24 de marzo de 2011

Lanzmann en Patagonia



Durante las últimas semanas me he topado en distintos suplementos culturales con tres reseñas o comentarios sobre la reciente autobiografía del creador de la impepinable Shoah, Claude Lanzmann: La liebre de la Patagonia. Las tres reseñas eran del estilo eufórico - cómprese el libro ya! – es impresionante. Ojo…

Seguimos. Las tres reseñas, muy cómprese el libro ya mismo, daban la sensación de estar narcotizadas por un reciente descubrimiento de los tres reseñistas, a saber: el del film Shoah, descubrimiento que suele implicar, tras el visionado de las nueve horas y pico, una olímpica sensación de pasmo y reverencia. Y así la cosa es imposible. Los pasmados críticos rendían pleitesía al trallazo Shoah, con razón, y su manera de rendir dicho merecido tributo era extender el aprecio a La liebre de la Patagonia, esto segundo, a lo mejor más dudoso. Porque claro, uno ve Shoah, se queda pasmado, alucina trifásicamente y se compra la biografía que nos ocupa, y encima le gusta también ésta porque es casi inevitable… O también: uno se entera de que sale la biografía, y quién es este Lanzmann, coño no sabes, es el de Shoah, y qué es Shoah, coño no sabes, tremenda peli, tienes que verla, con lo cual te pones a verla, y ya estás leyendo el libro habiendo alucinado con la peli. Hay otros supuestos: está también quien ya conocía Shoah desde hacía tiempo, está también quien ni la vio ni la verá, etc. Ahora bien, en cuanto a nuestros tres críticos, tengo la casi completa seguridad de que eran de los que acababan de empacharse con Shoah... y así la cosa es imposible.

Reduzcamos las cosas, a la manera en que lo hacíamos al hablar de Gombrowicz y del insuperable Bernhard: podemos encontrarnos diarios y autobiografías en plan mira cuánta gente famosa conozco, cuyo principal atractivo es el menudeo de las relaciones del protagonista con estos famosos y demás anécdotas al por mayor. Sus autores cuentan mucho pero dicen poco. Cuando están bien estos libros son alucinantes. Cuando no lo están, son un coñazo, muchas veces tedioso. Están en el otro extremo los diarios y autobiografías en los que no aparece ningún famoso, vaya qué pena, en los que su autor se nos desparrama sin reparo dando rienda suelta a su punto de vista, en el mejor de los casos distinto o estrafalario, dedicándose a hacer unos ejercicios de ombliguismo enfermizo y obsesivo en los que apenas se cuenta nada pero se dice de todo. Como en el caso anterior, cuando están bien estos libros son alucinantes. Cuando no lo están, son un coñazo, muchas veces pedante. Entre ambos extremos, todo tipo de variaciones, y al margen de todo ello, otras tantas posibilidades. Vamos, como no decir nada. En cualquier caso, suele ser fundamental y deseable que, a mayores, el autor de turno sepa escribir, pues con ello la cosa gana enteros. Tampoco deberían faltar vanidad, megalomanía, rencores y egocentrismos trepidantes.

El caso de Lanzmann es fácil de encuadrar entre nuestros ejemplos de perogrullo. Se decanta claramente por uno de ellos. Además, el Claude de marras parece que no hubiera tenido abuela. También parece como si le persiguiese o le definiera, a pesar de mayúsculos éxitos y reconocimientos, Shoah el más destacado, una cierta inseguridad, pues el autobombo y la autojustificación, hasta la más intempestiva e improcedente, se cuelan varias veces en sus relatos, a veces de manera patibularia. A ver, que a Claude le debieron comer la cabeza con los royalties del libro, tú tira palante, olvídate de reparos y minucias, y ya verás. Y la cosa salió de aquella manera. Sus andanzas en la resistencia por Clermont Ferrand y la Sierra del Cantal están bien, luego viene el tedio, después viene algo más de tedio y luego justificaciones y autobombo algo chirriantes, pero luego vienen las interioridades de todo el proceso que dio lugar a la increible Shoah, y ahí la cosa es deliciosa, espectacular. Me incluyo entre los narcotizados y obcecados por la peli, sin duda. Y así la cosa es imposible… outro reseñista no millo. A pesar de ello creo que conservo la cordura suficiente para recomendar la peli, el libro puede esperar.



















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