lunes, 4 de abril de 2011

Extinción. Un desmoronamiento


Con semejante título: Extinción. Un desmoronamiento, ahí es nada, quien piense que el librito es de Thomas Bernhard acierta. Herr Thomas, predecible y repetitivo, es realmente espectacular. Hay que ver lo de este austriaco atroz. Fuera de serie. Entremos en su cabeza: Mirad cómo escribo, os gusta, eh?; atended a lo que digo, caramba qué cosas, eh? Y mira que soy repetitivo, y arisco, y no sé lo que es un punto y aparte, y cómo exagero, y se me escapan ideas deformes, y siempre lo mismo, y me meto con todos, bueno, con todos no, siempre con los mismos, pero es que se lo merecen, estaré obsesionado, posiblemente, pos fale, qué queréis que os diga. Pues eso.

Las maneras y manías del trallazo Bernhard me tienen hipnotizado. Y este ejemplar, su último exabrupto, su última inconveniencia, su última incontinencia, de librito, nada, que el sujeto se nos descolgó con un cachalote de 482 páginas, cosa rara en él, un muro, una tapia ruda, sin un sólo diálogo, o punto y aparte, o filigrana, o similar figura que suavizase el réquiem flamígero, el arrase de convenciones con que nuestro amigo se despacha cada vez que coge la pluma. Aclararos que esta vez la pluma la cogió con las dos manos, como de costumbre, pero con mayor fuerza aún, si cabe. Como otros hacen con la azada, el sacho, y venga a escarbar hasta la médula. Y siempre son los mismos los que pandan cuando nuestro fenómeno se pone a ello. Su país, qué manía, qué desarreglo, y sus conservadores y progres, todos la misma mugre, y sus dirigentes, y la educación, y la religión allí imperante, no lo soporta más Herr Thomas. Pero esta vez, sobre todo, la trompada, el disloque o dislate, según se vea, se lo llevan papá, mamá y sus hermanos, qué desfase, ay la family, qué estropicio, Thomas, qué te hicimos, hijo? Cálmate. No puedes.

Ante el cachalote 482, glorioso, qué pérdida la tuya, Herr, se me vinieron a las meninges los experimentos pedagógicos a los que se somete a alumnos, en tiernas edades, y con no sé qué finalidades.

Se dice por muchos, en contra de lo que dicen aún muchos más, y en alusión al manido tema de adquirir o no el hábito de la lectura desde la infancia, que, a un chaval de doce años, mejor que darle a leer El Quijote, para que, posiblemente, le coja ojeriza al susodicho novelón, y tirria a cualquier género literario, sería mejor ponerle en las manos literatura infantil, comics, etc. Si de lo que se trata es de alentar y hacer atractivo dicho hábito (conveniencia ésta más que discutible vista la cutresociedad utilitario-materialista en que pacemos, y la frustración que dicho hábito puede acarrear a más de uno, potencial desertor de la dirección única imperante, trompazo vital casi asegurado, o no) parece mejor encaminada la segunda opción. Ni que decir que a la lectura, entre otras muchas opciones, uno se puede acercar para pasar el rato, para aprender, para dogmatizar, para justificarse, para mejorar o para empeorar, para redundar y recalcitrar, para enriquecerse o para empobrecerse, para todo o para nada. Cabe en ella tanta mierda como mierda tengamos en la cabeza, y tantas buenas o malas intenciones como las que a nosotros nos puedan guiar. La idealización habitual de que mediante ella mejoraremos, creceremos, descabalgaremos algo de nuestro imperante egocentrismo, relativizaremos dogmas y convenciones, adquiriremos cierto espíritu crítico, y demás blablabla, me da la sensación de que como regla no pasa por ser muy fiable. Debería valer para crecer o mejorar, pero no sé, no sé…

El asunto de marras, la conveniencia del trillado hábito, proyectado de la manera exagerada o caricaturesca que tanto nos gusta sobre el futuro cercano del chaval elegido, y ello lleno de connotaciones y matices, oscilaría, en cuanto a sus extremos, entre quien a los veinte años, sin haber abierto un libro en su vida, rezuma plenitud, vitalidad y felicidad por los cuatro costados, y aquel otro que, encerrado en miles de páginas a lo largo de años, es un ignorante integral, o un dogmático arcaizante, o un iluminado que cae en la cuenta, con toda razón, de que las cosas y asuntos, tal y como se los presenta en nuestra sociedad, son una gran tomadura de pelo, y decide pasar a la acción a través de uno cualquiera de los medios a su alcance, desde el discurso hasta la bomba… Entre ambos extremos, bonitas caricaturas, habrá de todo, sin duda, pero…

Pero es que lo del Quijote a los doce años, que siempre me pareció una verdadera animalada, me acuerdo cuando lo cogí en las manos, 8º de EGB, qué coñazo, qué tochazo, qué manera de desilusionar y de asustar al personal, decía que lo del ladrillazo a tempranas edades, en principio anatema total, podría tener sus matices. Esto es como cuando con nueve años uno se topa de repente en la tele con el superguitarrista de turno, o con otro menos bueno pero más fashion/teatral, haciendo sus malabarismos inexplicables, prendiéndole fuego a todo lo que encuentra a su paso, y electrocutando a todo quisque on stage. Unos ni fu ni fa, otros asustados de por vida, pero alguno se quedará extasiado, sin saber porqué. Y éste les pedirá una de esas herramientas eléctricas a los Reyes. Y luego van y se la traen. Y luego la enchufa, uff, y luego los botoncitos al diez, reuff, y luego todo lo demás…

Con Extinción. Un desmoronamiento yo me saltaría la normita ésta. Toma, chaval, léete esto. Tú tranquilo, que no entiendes nada, no pasa nada, ya entenderás. Más de uno verá la luz, me refiero a los doceañeros. A lo mejor hasta le prende fuego a lo que encuentra a su paso por el pasillo de casa. O electrocuta a los padres, que sólo pensaran en contratar al abogado que les meterá el pleito a los herederos de Herr Thomas por seguir reeditando semejante librito lleno de ideas deformes sobre la familia. Lo del incendio o la electrocución es broma, tranquilos, pero el chaval, sanísimo del todo, a los quince años, de acampada todo el verano, lejos, lejos de casa, por lo menos llámanos, llorará la mamá, y a los dieciocho, veinte años como mucho, viviendo por su cuenta. Los progenitores en litigio, esperando fecha para la vista.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...