sábado, 3 de marzo de 2012

Julien Gracq. Argol/Las Sirtes

Me recomendaron En el castillo de Argol y obediente me lo leí. Primera parada que hacía en Julien Gracq, y no última, que me acabo de leer El mar de las Sirtes. Si empezara por Argol tendría buenas noticias para vosotros, si lo hago por Las Sirtes, las noticias serían más bien anodinas.

En el castillo de Argol uno se fractura con facilidad el pensamiento razonable y la lógica elemental, y se acostumbra a cojear de las meninges, que Monsieur Gracq nos sale con varios trompicones argumentales nada comprensibles pero deslumbrantes. Tenemos un libro así como cogido con pinzas, que a lo mejor vienen los que entienden de esto y nos abochornan porque saben más y hacen gala de ello y sí, tendrán razón con eso de que Argol se tambalea, lo que quieras, pero es que está muy bien. Porque a los trompicones argumentales le añadimos un escribir algo como impulsivo, pero también noño, rara mezcla que a veces se le va de las manos en plan coñazo a Julien, las menos, me pareció a mí, pero que otras parece una carretera cuesta abajo que, de tanto bache y badén, resulta divertidísma y te olvidas de los frenos y del casco…

A lo mejor algo quemado con el tema, decidido a bachear su carretera, Julien se ve que se puso con la idea de escribir en plan clásico, que viene siendo hacerlo así como creyéndose alguien, henchido el peito, pero también, apoltronado, sedado, zombificado por una buena dosis de tranquilizantes, no vaya a salirle al autor algo genuinamente inapropiado o sorprendente o anormal, cosa directamente opuesta a lo otro, a lo de clásico digo, y entonces, escribiendo Las Sirtes, Julien se pasó con la dosis de pastillitas marca meduermo, o se creyó ser alguien demasiado importante, y, claro, le dieron todos los premios habidos y por haber, que su arte había madurado y su escritura había abandonado antiguas esquinas mal pulidas, e imperdonables quiebros a la lógica literaria, y un uso descabezado de no sé qué recursos de estilo de que hablan los entendidos, para convertirse en un clásico, frase esta última que os traduzco yo porque soy así de generoso, pues lo que significa realmente esa frase por mí subrayada sería lo siguiente: para convertirse en un monumental coñazo. Y que quede claro que contra los clásicos no tengo nada, todo lo contrario, que en mi pueblo los adoramos, que el problema es otro, que el problema es discurrir quiénes lo son, clásicos digo… porque para los que se pasan con los ansiolíticos a lo mejor es clásico Jorge Bucay, o no, que a lo mejor lo es Tristan Tzara, y qué contraste me diréis… aunque tan arduo como discurrir quiénes lo son, sería también definir qué es un clásico

Si me preguntan por ellos, por los clásicos, no sé qué tipo de tara o dudas o aficiones tengo, que lo que siempre me viene a la cabeza es un deportivo de tracción trasera y carburadores de los años sesenta, como éste por ejemplo, o hasta de los setenta, cual este otro… pero no un personaje de la especie ¿artista?, que nunca se sabe... que cuando a uno le espetan lo de eres un clásico, salvo que seas la elegancia hecha artefacto, en el resto de casos no sabes si te están elogiando o poniendo a parir…

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...