Me recomendaron En el castillo de Argol y obediente me lo leí. Primera parada que
hacía en Julien Gracq, y no última,
que me acabo de leer El mar de las Sirtes.
Si empezara por Argol tendría buenas
noticias para vosotros, si lo hago por Las
Sirtes, las noticias serían más bien anodinas.
En el castillo de Argol uno se fractura
con facilidad el pensamiento razonable y la lógica elemental, y se acostumbra a
cojear de las meninges, que Monsieur
Gracq nos sale con varios trompicones argumentales nada comprensibles pero
deslumbrantes. Tenemos un libro así como cogido con pinzas, que a lo mejor
vienen los que entienden de esto y nos abochornan porque saben más y hacen gala
de ello y sí, tendrán razón con eso de que Argol se tambalea, lo que quieras,
pero es que está muy bien. Porque a los trompicones argumentales le añadimos un
escribir algo como impulsivo, pero también noño, rara mezcla que a veces se le
va de las manos en plan coñazo a Julien, las menos, me pareció a mí, pero que
otras parece una carretera cuesta abajo que, de tanto bache y badén, resulta
divertidísma y te olvidas de los frenos y del casco…
A lo mejor algo quemado con el tema, decidido a bachear su carretera, Julien se ve que se puso con la idea de escribir en
plan clásico,
que viene siendo hacerlo así como creyéndose alguien, henchido el peito, pero
también, apoltronado, sedado, zombificado
por una buena dosis de tranquilizantes, no vaya a salirle al autor algo
genuinamente inapropiado o sorprendente o anormal,
cosa directamente opuesta a lo otro, a lo de clásico digo, y entonces,
escribiendo Las Sirtes, Julien se pasó con la dosis de
pastillitas marca meduermo, o se
creyó ser alguien demasiado importante, y, claro, le dieron todos los premios habidos
y por haber, que su arte había madurado y su escritura había abandonado
antiguas esquinas mal pulidas, e imperdonables quiebros a la lógica literaria,
y un uso descabezado de no sé qué recursos de estilo de que hablan los
entendidos, para convertirse en un clásico, frase esta última que os
traduzco yo porque soy así de generoso, pues lo que significa realmente esa
frase por mí subrayada sería lo siguiente: para convertirse en un monumental coñazo.
Y que quede claro que contra los clásicos no tengo nada, todo lo contrario, que en mi pueblo los adoramos, que el problema es otro, que el problema es
discurrir quiénes lo son, clásicos digo… porque para los que
se pasan con los ansiolíticos a lo mejor es clásico Jorge Bucay, o no, que a lo mejor lo es Tristan Tzara, y qué contraste me diréis… aunque tan arduo como
discurrir quiénes lo son, sería también definir qué es un clásico
Si me preguntan por ellos, por los clásicos,
no sé qué tipo de tara o dudas o aficiones tengo, que lo que siempre
me viene a la cabeza es un deportivo de tracción trasera y carburadores de los
años sesenta, como éste por ejemplo, o hasta de los setenta, cual este otro…
pero no un personaje de la especie ¿artista?, que nunca se sabe... que
cuando a uno le espetan lo de eres un clásico, salvo que seas la elegancia hecha artefacto, en el resto de casos no sabes si te están elogiando o poniendo a parir…
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