sábado, 12 de enero de 2008

Un paseo por las aulas

Hace poco que vimos un reportaje sobre gente que decide educar a sus hijos en casa. Te encontrabas en él con algunos personajes bastante “raritos” y con otros de lo más interesantes… Así con todo, estos padres, en lo relativo a la educación de la prole lo tendrán muy claro, sin duda, y posiblemente sus hijos se lo acabarán agradeciendo, no digo que no, pero tengo la sensación de que en su académica iluminación se están olvidando de que esos contenidos educacionales son casi residuales si los comparamos con el conjunto de vivencias y experiencias, trompazos y pequeñas victorias que el abandono del seno materno supone para cualquiera, y que es precisamente ese abandono una de las cosas que más nos puede enriquecer. De los quinientos estímulos que a cualquiera de nosotros nos han marcado y formado, ninguno es un contenido académico. Son otras cosas, entre ellas, por supuesto, el ambiente que se respire en nuestra familia, pero también el que nos encontramos fuera de casa, ya sea colegio, instituto, universidad, etc. Cualquiera que haya estudiado fuera de casa sabe perfectamente que una cosa nada tiene que ver con la otra. Lo de menos es ese aprendizaje temático o de contenidos si lo comparamos con lo que supone, desde muy pronto, el compañerismo, la rebeldía frente al profesor, la pandilla, faltar a clase, etc., etc. Dejando que nos eduquen en casa ganaríamos muchas cosas (dicen ellos, y razón llevarán), pero nos perderíamos tantas otras (digo yo) que creo que no merece la pena. Sobre todo porque lo que de bueno nos puede trasmitir nuestra familia lo recibiremos igual, estudiemos o no con nuestros padres, mientras que las experiencias de que ahora estoy hablando son inseparables del estar fuera, en un ambiente distinto del hogar, sin la protección materna, aspirando las primeras bocanadas de independencia. Me parece que el término medio entre ambas situaciones es lo ideal. ¿Qué es eso de que mi madre y mi padre sean mis mejores amigos? Un desvarío absoluto, aparte de una desgracia.

Lo anterior, nos vale como punto de partida en un inquietante itinerario áulico. Constancia de que de todo lo que aprenderemos en las aulas lo de menos son los contenidos académicos, han dado muestra muchos afortunados internos y pensionistas, lejos de la protección de la mesa camilla y del qué quieres para cenar. Ciertas experiencias tienen algo de angustiosas y turbadoras. Otras son ilusionantes y conmovedoras, pero todas son incompatibles con esa idea de que nuestros padres, además de ser eso, tienen que ser nuestros amigos y confidentes. Como son incompatibles también con esa chorrada castrante de que el hogar puede hacer, además, las funciones de instituto, local de ensayo, boliche, etc. Estamos de coña o qué?

Alguno de los libros del itinerario por las aulas de que ahora os hablo hace muchos años que lo leí. Otros son más recientes y algunos han sido releídos con renovada curiosidad. Qué cosas le pasaban a esta gente, por sus cabezas y en sus vidas. Centroeuropa, allá por los comienzos del S. XX y el periodo de entreguerras debió ser mucho. Es increíble la cantidad de acontecimientos, istmos, vanguardias y retaguardias, idealismos y pragmatismos, aberraciones y fantasías que se acumularon y atropellaron en tan poco tiempo. Vamos, como para estar metidos en casa estudiando con mamá y papá.
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