No sé si será casualidad o no. Conocida es la Maragatería como sede de alguno de los procesos endogámicos más sobresalientes de todas las tierras al sur de los Pirineos. Varias veces hemos parado en Astorga, paisaje monolítico y adusto, vísperas de Castilla, y, paseando por la capital maragata, uno se fija en los nativos, en alguna posible tara física que delate su fama. Yo nunca vi nada fuera de lo normal… Pero volviendo a las casualidades, resulta que los Panero son maragatos. Padre e hijos. Todos jamaos. ¿Endogamia?
De todos ellos, se podría decir que el más ajeno a la normalidad viene siendo Leopoldo María Panero, aunque estos enajenados resulten tantas veces más cuerdos que nadie. Y aunque la fama le viene, aparte filiaciones, locuras y residencias en manicomios, por su poesía, no menos deslumbrantes resultan sus relatos. Y de los que yo le conozco (sólo algunos) en especial dos: “La visión” y “Allá donde un hombre muere, las águilas se reúnen”
Leyendo el primero de ellos, es imposible no pensar en el Bonaerense Universal y su Aleph. No porque lo imite nuestro Panero, que estaba mucho más cuerdo que eso, sino porque entre el punto/bucle que aparece en los bajos de la Calle Garay y la obsesión que guía al protagonista del relato de Panero “¿se puede construir un microscopio perfecto?” hay un dislocado paralelismo. No tanto en el discurrir de los avatares de dicha obsesión, que terminan con la materialización del anhelado artefacto, como en las inexplicables visiones que la observación con el susodicho microscopio produce.
El segundo relato a quien nos trae de acompañante es al septentrional Snorri Storluson (o Sturluson que escribía Cunqueiro) y sus runas y eddas. Raro, raro el relato, pero igual que el anterior, ciertamente desasosegante, destemplado. Casi como ellos, como los Panero, endogámicos.
Ya puestos, resulta inevitable caer sobre la extraordinaria “El desencanto” de Jaime Chávarri. Película/documental atrayente hasta el esguince, impresionante. Hay gente que deja a uno pegado a la silla y sudado hasta la inanición. Leopoldo María, Juan Luís y Michi Panero, junto a Felicidad Blanc, hijos y mujer del poeta del régimen Leopoldo Panero, tienen unos físicos, unas personalidades, un histrionismo y unas cosas que decir que 97 minutos de peli saben a poco. Memorable.
De todos ellos, se podría decir que el más ajeno a la normalidad viene siendo Leopoldo María Panero, aunque estos enajenados resulten tantas veces más cuerdos que nadie. Y aunque la fama le viene, aparte filiaciones, locuras y residencias en manicomios, por su poesía, no menos deslumbrantes resultan sus relatos. Y de los que yo le conozco (sólo algunos) en especial dos: “La visión” y “Allá donde un hombre muere, las águilas se reúnen”
Leyendo el primero de ellos, es imposible no pensar en el Bonaerense Universal y su Aleph. No porque lo imite nuestro Panero, que estaba mucho más cuerdo que eso, sino porque entre el punto/bucle que aparece en los bajos de la Calle Garay y la obsesión que guía al protagonista del relato de Panero “¿se puede construir un microscopio perfecto?” hay un dislocado paralelismo. No tanto en el discurrir de los avatares de dicha obsesión, que terminan con la materialización del anhelado artefacto, como en las inexplicables visiones que la observación con el susodicho microscopio produce.
El segundo relato a quien nos trae de acompañante es al septentrional Snorri Storluson (o Sturluson que escribía Cunqueiro) y sus runas y eddas. Raro, raro el relato, pero igual que el anterior, ciertamente desasosegante, destemplado. Casi como ellos, como los Panero, endogámicos.
Ya puestos, resulta inevitable caer sobre la extraordinaria “El desencanto” de Jaime Chávarri. Película/documental atrayente hasta el esguince, impresionante. Hay gente que deja a uno pegado a la silla y sudado hasta la inanición. Leopoldo María, Juan Luís y Michi Panero, junto a Felicidad Blanc, hijos y mujer del poeta del régimen Leopoldo Panero, tienen unos físicos, unas personalidades, un histrionismo y unas cosas que decir que 97 minutos de peli saben a poco. Memorable.
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