Extraña coincidencia. Hace pocos días os anunciaba, mientras le daba vueltas al “Decantador de Fugas”, que los hijos de Eolo, Céfiro y demás camada tendrían cabida en una entrega del diarioprueba. Tema esquivo éste, mal recibido en casa ajena y en la propia; y aclaro, no tanto los vientos, como sus sorprendentes efectos sobre la psique. Ululante asunto. Cogedme que me ahorco…
Más de una vez, fascinado por los vientos, hálitos y brisas de nuestra costa, me he pasado horas enteras, aplatanado e inmóvil frente al mar, mientras el inefable viento del nordeste “Nordés”, que por estos pagos acompaña a los días despejados, arrasaba con todo lo circundante, incluido cualquier hipotético acompañante que, con la toalla y el cuerpo totalmente salpicados por las impertinentes y descontroladas arenas que la presencia de nuestro aireado amigo levanta, decidía entre bufidos largarse de una vez. Esos días de verano son de los que más me gustan. Ese arrasar del viento sobre nosotros y los demás. Días que en ciertas playas de nuestra bisbarra no tienen parangón. Hace ya algunos años, charlando con un buen amigo, que aparte de eso es médico, me dejaba estupefacto con una serie de datos sobre nuestro gaseoso protagonista y sus constatados efectos sobre el comportamiento humano. Y no penséis en diez meses sin poder salir de casa sometidos a vientos de fuerza ocho, densas nubes y chaparrones continuos, que así a ver quién no se vuelve majara. Estamos a falar de algo mucho más sibilino, que a cualquiera podrá parecer inocuo, irrelevante, tal que el cantar de los pájaros. Y sin embargo…
Pues buscando el tiempo y estado necesarios para abordar semejante asuntillo, nos dejamos caer el otro día por O Castro (Sada). Paseo inexcusable que, a menudo, repetimos encantados. Este es uno de esos sitios Samaín, Samaín, que merece la pena visitar y disfrutar: por Sargadelos, por el Museo de Arte Contemporáneo Carlos Maside y por Ediciós do Castro. Resulta sorprendente que, habiendo proliferado, de manera a veces incomprensible, museos hasta en medio del quinto pino, y estando las paredes de gran parte de ellos vacías de solemnidad, nos podamos encontrar luego, como quien dice, manga por hombro, una colección tan bonita como la del Museo Maside, dejada de la mano del mismísimo. Junto a ello, los propios edificios del complejo, y el laboratorio de formas de Galicia, la editorial, el laboratorio geológico Isidro Parga Pondal, los murales, las cerámica. Una pasada. Siempre que vamos acabamos curioseando en la librería que tienen con casi todo el catálogo de Ediciós do Castro. Encima con precios antediluvianos y portadas de Luis Seoane. De escándalo.
Pues quiso la casualidad que la semana pasada en la sección “ensaio” saltara sobre nosotros un tal Jaime Quintanilla Ulla ¿? y su “El complejo mundo del suicidio” prologado por Domingo García – Sabell como un libro indispensable. Una joya, por su menudencia y detalle y por su proximidad, ya que gran cantidad de los apabullantes datos que contiene se refieren a la costa norte de la provincia de Coruña. Quintanilla da la sensación de ser uno de esos tíos que amaron su profesión (medicina forense) y que debían tener tanto de científicos como de humanistas, cuando no más de esto segundo, cuestión ésta indispensable para llegar a determinados lugares o abordar determinadas asuntos.
Resulta obligado poneros el índice. Serviros vosotros mismos:
Más de una vez, fascinado por los vientos, hálitos y brisas de nuestra costa, me he pasado horas enteras, aplatanado e inmóvil frente al mar, mientras el inefable viento del nordeste “Nordés”, que por estos pagos acompaña a los días despejados, arrasaba con todo lo circundante, incluido cualquier hipotético acompañante que, con la toalla y el cuerpo totalmente salpicados por las impertinentes y descontroladas arenas que la presencia de nuestro aireado amigo levanta, decidía entre bufidos largarse de una vez. Esos días de verano son de los que más me gustan. Ese arrasar del viento sobre nosotros y los demás. Días que en ciertas playas de nuestra bisbarra no tienen parangón. Hace ya algunos años, charlando con un buen amigo, que aparte de eso es médico, me dejaba estupefacto con una serie de datos sobre nuestro gaseoso protagonista y sus constatados efectos sobre el comportamiento humano. Y no penséis en diez meses sin poder salir de casa sometidos a vientos de fuerza ocho, densas nubes y chaparrones continuos, que así a ver quién no se vuelve majara. Estamos a falar de algo mucho más sibilino, que a cualquiera podrá parecer inocuo, irrelevante, tal que el cantar de los pájaros. Y sin embargo…
Pues buscando el tiempo y estado necesarios para abordar semejante asuntillo, nos dejamos caer el otro día por O Castro (Sada). Paseo inexcusable que, a menudo, repetimos encantados. Este es uno de esos sitios Samaín, Samaín, que merece la pena visitar y disfrutar: por Sargadelos, por el Museo de Arte Contemporáneo Carlos Maside y por Ediciós do Castro. Resulta sorprendente que, habiendo proliferado, de manera a veces incomprensible, museos hasta en medio del quinto pino, y estando las paredes de gran parte de ellos vacías de solemnidad, nos podamos encontrar luego, como quien dice, manga por hombro, una colección tan bonita como la del Museo Maside, dejada de la mano del mismísimo. Junto a ello, los propios edificios del complejo, y el laboratorio de formas de Galicia, la editorial, el laboratorio geológico Isidro Parga Pondal, los murales, las cerámica. Una pasada. Siempre que vamos acabamos curioseando en la librería que tienen con casi todo el catálogo de Ediciós do Castro. Encima con precios antediluvianos y portadas de Luis Seoane. De escándalo.
Pues quiso la casualidad que la semana pasada en la sección “ensaio” saltara sobre nosotros un tal Jaime Quintanilla Ulla ¿? y su “El complejo mundo del suicidio” prologado por Domingo García – Sabell como un libro indispensable. Una joya, por su menudencia y detalle y por su proximidad, ya que gran cantidad de los apabullantes datos que contiene se refieren a la costa norte de la provincia de Coruña. Quintanilla da la sensación de ser uno de esos tíos que amaron su profesión (medicina forense) y que debían tener tanto de científicos como de humanistas, cuando no más de esto segundo, cuestión ésta indispensable para llegar a determinados lugares o abordar determinadas asuntos.
Resulta obligado poneros el índice. Serviros vosotros mismos:
Como veis el capítulo segundo de la primera parte se lo dedica a nuestro protagonista: “el veleidoso Eolo”. Pero dejemos estas veleidades suicidas para otro día y volvamos sobre los mantras patrios que tan bellamente se nos muestran expuestos en su vertiente plástica en el museo Carlos Maside: Seoane, Castelao, Maside, Lugrís, Laxeiro, Mallo, cartelismo, As cruces de pedra, etc.…
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