jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Enloquecen los pingüinos?


¿O se desorientan? ¿Confunden el mar con las montañas?... parece una chifladura más el preocuparse por la salud mental de los pingüinos, máxime si hablamos, no de los desquiciados animalillos encerrados en zoológicos del mundo entero, sino de los que viven a cuerpo de rey en la Antártida, paraíso aún no perdido para ellos.

Independientemente de lo que nos pueda parecer dicha “rareza” en forma de pregunta, cuando el encargado de plantearla es nuestro admirado WernerH a través de uno de sus documentales, el resultado pasa de ser la chorrada/frivolidad que podría parecer a más de uno, y se convierte en algo mucho más interesante. Ver en la inmensidad antártica, captada con ese sexto sentido de WHerzog que dota de una indefinible enjundia a tantas de sus imágenes, cómo un individuo/pingüino rompe con el gregarismo e instinto natural de su especie y, en vez de encaminarse al nutritivo océano que tiene a su derecha, se dirige, dando un giro de 180 grados, hacia unas lejanas montañas en las que sin duda morirá de hambre, es cualquier cosa menos una tontería. ¿Se creerá nuestro protagonista un héroe desafiando molinos? ¿Estará llevando a cabo su particular emboscadura? ¿Habrá pensado: hasta aquí hemos llegado, tras soportar mil iniquidades de sus congéneres? ¿Estará loco de remate?...

Si queréis acompañar al acongojante pingüino, su lacrimal peregrinaje y oír las "rarezas" que se plantean WernerH y el científico que lo acompaña, saltad al minuto 3:00 del video: “Doctor Ainley, ¿existe locura entre los pingüinos?...”



Por cierto, si os han molestado los subtítulos a la hora de abismaros en tan sedantes paisajes, aquí los tenéis al natural: http://www.youtube.com/watch?v=0qVWKpAH7OI

La manera, a veces tan personal, de mostrar y plantear Herzog las cosas, puede parecer, a estas alturas del S. XXI, casi una obviedad. Hace 45 años la cosa resultaba mucho más rarita, de ahí cierto mérito del personaje. Aunque aún ahora sus pelis y documentales pueden dormir a más de uno, hace años supongo que habría quien las prescribía para conciliar el sueño. La cabra tira al monte, y, desde siempre, este teutón atroz tiró a la vaguedad e incertidumbre contemplativa, ya fuera sonora o visual. Maneras y formas algo más extendidas a fecha de hoy. Los comienzos de “Corazón de cristal” y “Aguirre”, las archiimitadas y danzantes imágenes del saltador Walter Steiner en pleno vuelo, el periplo con Kinski o con Popol Vuh, el Amazonas, el cerro Torre, el continente antártico… sobre todo ello habrá que volver. También en su “Encuentros en el fin del mundo”, aparte de con pingüinos enloquecidos y paisanaje variopinto, Werner nos deleita con momentos de apabullamiento visual extremo en un par de inmersiones bajo la capa de hielo antártico. En uno de estos chapuzones bajo cero nos topamos con un paisaje imposible de imaginar o comprender, algo tan irreal que cuesta creer que no sea un artilugio de decorado gigante, en vez de un fondo marino impoluto y plagado de conchas bajo la traslúcida capa de hielo.


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