viernes, 8 de octubre de 2010

Hotel Terminus I


Junto con la inigualable “Shoah” y la iniciática y lírica “Noche y niebla”, “Hotel Terminus” forma parte de lo mejorcito que se ha realizado sobre el obsesionante asunto. Si para empezar, “Noche y niebla” duraba media hora y después “Shoah” más de nueve, Marcel Ophüls se decantó por una media razonable y paró el metraje de su impresionante “Hotel Terminus” en cuatro horas y media. Parecen poco.

Que la realidad, en no pocas veces, supera con creces a la ficción resulta un lugar común imposible de no traer a colación cuando uno repasa las andanzas de un individuo como Klaus Barbie, así como el conjunto de intereses, a cada cual más infame, que en su deambular vital van concurriendo y se van atropellando sin rubor. Triste asunto. Aunque KBarbie no deja de ser uno de tantos en la lista de indeseables nazis, a mucha distancia de otros de ellos, no en cuanto a sadismo, pero sí en cuanto a cantidad de víctimas, no sé si el azar o qué han querido que sobre él se posaran los objetivos. La cosa sería como os describo a continuación:

Durante la ocupación francesa las SS y la Gestapo sitúan su sede de Lyon en el mentado Hotel Terminus. Entre sus mandamases se encuentra Klaus Barbie. La violencia gratuita y el sadismo se le suponen inherentes. El cumplimiento de las órdenes de manera recalcitrante y fría, también.

En junio de 1943 es arrestado, y posteriormente torturado, el líder de la resistencia Jean Moulin (fallecido luego en un traslado y en la actualidad mito nacional de la France). Aunque es asunto debatido aún ahora, dícese que por una confidencia de René Hardy (doblemente juzgado por ello), también miembro de la resistencia y que habría entonado las tristes notas de la delación sometido a los métodos de Herr Barbie.

Con el Tío Sam ya asentado en Francia a KBarbie le suena la flauta y empieza a colaborar con los servicios secretos americanos: el C.I.C. En sus archivos aparece como “idealista” y “fanático anticomunista”. De trato afable y hombre relativamente culto es fuente inagotable de información y contactos. Mejor no escarbar en su pasado no vaya a resultar insoportable tenerlo como compañero de trabajo.

Pasan los años, va desapareciendo el absoluto caos de la primera posguerra y Francia, aparte de juzgar a René Hardy por delator y elemento necesario en la desaparición de un Moulin ya elevado a los altares de la grandeur, pide que se le entregue a KBarbie, torturador de Moulin, aparte de artífice de otras notorias fechorías, entre ellas algunas terribles, niños mediante.

El Tío Sam, que sin ser muy suspicaces podemos entrever que desde un principio estaba al corriente de la catadura de KBarbie y de su criminal condición, no está por la labor de entregarlo. En todo caso, ya durante el procedimiento de Hardy había indicado que permitiría que fuese entrevistado en Stuttgart, pero nunca trasladado a Paris. Lo que sí hace es presentar unas disculpas a nivel institucional al gobierno francés, y empieza a discurrir qué hacer con el elemento KBarbie

Resulta que la cosa no es tan fácil de valorar. Infestado por espías soviéticos, la entrega de KBarbie a los servicios secretos gabachos habría supuesto su interrogatorio por éstos, quienes, aparte de hacerle pagar, ansiaban sonsacar a KBarbie la mayor cantidad posible de información sobre sus nuevos patrones, el C.I.C. de los yanquis. Cuánta mugre. Por no decir que Francia tampoco ardía en deseos de tenerlo en sus manos ante el chorreo de datos que sobre el colaboracionismo francés durante la ocupación nazi el mentado KBarbie les iba a espetar sin remedio. Y es que la mugre y la infamia se extienden rápido.

Así las cosas, aparece la “Rat Line”, estructura organizada a la sombra vaticana, parece ser que auspiciada por el ala derecha más radical de la curia romana, y que acabó con las angustias vitales de Eichmann, Mengele y tantos otros mediante su traslado a Sudamérica y otros lugares. KBarbie llega en 1951 a Bolivia como Klaus Altmann.

Ya en Bolivia trabaja y va progresando socialmente. Se relaciona con el poder e influye disimuladamente en gobernantes, dictadores y oligarcas. También se relaciona con los servicios secretos y con la C.I.A. Acaba participando de manera más o menos sibilina en el apresamiento de Ernesto Guevara en la selva boliviana. Su deambular se cruza con el del discutido y gaseoso Régis Debray

Los cazadores de nazis creen haberlo reconocido. En Bolivia se siente seguro hasta el fallecimiento de Barrientos en 1969. Se traslada después a Lima donde se relaciona, como es lógico, con la colonia alemana, también importante. En el año 1972 la revista limeña “Caretas” lo descubre y retorna a La Paz, donde volverá a la tranquilidad protegido por las dictaduras de Banzer y Meza Tejada. Con Siles Suazo en el poder se acaba el mullido colchón protector y es deportado a Francia.

En Francia es juzgado en el año 1987. De su defensa se encarga otro personaje de película: Jacques Verges, de filiación comunista y anticolonialista se acabó convirtiendo en verdadero abogado del diablo. Odiado a espuertas, resulta brillante en muchas ocasiones. Entre sus clientes KBarbie, terroristas argelinos, negacionistas del holocausto, la Baader/Meinhoff, el ínclito Chacal/Carlos, acólitos de Sadam, y un largo etcétera. Como para leer sus libros (en ed. Anagrama). O ver la reciente “El abogado del terror” de Barbet Schroeder.



En el trailer americano sale sumariamente una impresionante selección de sus clientes:


Seguirá…

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