viernes, 18 de noviembre de 2011

Escenario boreal en un islote gallego



El otro día, buscando emplazamientos ideales, a saber: faro y caseta deshabitados, y con paredes caleadas, y la mar de remotos, y mejor aislados, donde torturar al maleante que os presenté en la escabrosa entrega “Crimen (boreal) en una isla gallega” se nos dio por pasarnos por el Vilán de Fóra… Era una opción. Eso sí, de farallón, más que de isla.

Hurgando en la herida y cruzando por ella. Toma imprudencia. Ataviados de espíritu panorámico y de ciertos artilugios electrónicos, realmente milagrosos, con los que patrón es cualquiera. Yo llevaba en la mente las achacosas diferencias entre Ley y Justicia. Mi compinche el tamaño de las robalizas, enormes por esos fondos. Si se aprovecha un día de calma, difícil de encontrar, ése es el problema, la cosa es como quien dice coser y cantar. Y ya puestos, en ese día de calma a uno le viene Erik Satie a la mollera. Porque el lugar es precioso y tenebroso, una mezcla de esas que te hacen doblar el cuello no veas cuánto, porque a flote, al nivel del agua, el faro queda muy arriba…



De vuelta del lugar nos cogió la niebla. Ya veréis. Pero con los aparatitos esos que convierten a cualquiera en intrépido capitán, hasta apetece que se cierre de borraxeira. Estaba todo fantasmal/górico. Aún más bonito y aún más tenebroso. Y le anduvimos dando unas voltas al Vilán de Fóra. Guau! Hay quien cuenta que aquí debiera estar emplazado el castillo de Hamlet. Qué más quisiera el danés… En ese ambiente dejamos de pensar en las diferencias entre Ley y Justicia o en las robalizas. A los dos se nos dio por San Borondón, de quien se dice que, hace siglos, navegó con sus acólitos por aquí. Al rato creíamos ver Irlanda. Al rato se volvió a asir a la lancha el maleante que había muerto de tortura (boreal) en otra isla gallega atlántica, pero cuya ánima debió cogerle gusto al vaivén oceánico. Y ahora, merecido descanso que se diría, intentaba subir a la lancha. Cambio de escena. Yo con el bichero bien afilado en la mano. Y con un remo, mi compinche. Sin querer, al espíritu del torturado le metí el bichero en un ojo. Con música de Erik Satie. Caray, qué dolor. Y el remo en toda la chepa. Pobre ánima. Ahí justo se decidió a probar suerte chapoteando de nuevo.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...