sábado, 4 de diciembre de 2010

Hamburgo/Gomorra 1943


El ciclón Sebald y su bufido sobre la guerra aérea han tenido varias consecuencias. No sólo que más de uno haya dicho o pensado: ya era hora, sino que, tras “Sobre la historia natural de la destrucción”, se han alineado otras consideraciones que, siguiendo su ejemplo y abandonando el tan habitual estilo bochornoso-simplista que nos encontramos al tratar estas cuestiones, nos hablan sobre eso de asar a la población civil bajo toneladas de bombas y a cientos de grados, de una manera no tan “naive” sino que algo más elaborada, o, si se quiere, seria.

En la bofetada de Sebald, que básicamente consiste en un sucinto y sobrio recorrido por el achicharramiento colectivo padecido en Alemania durante la 2ª GM, con especial interés por cómo se reflejó dicha irrealidad en la obra de escritores varios, emerge como referente nuestro amigo Nossack y su “El hundimiento, Hamburgo 1943”. En el momento de la publicación en España del libro de Sebald (2003) el libro de Hans Erich Nossack no estaba traducido al castellano, por lo que no creo que yo haya sido el único en quedarme con las ganas de echarle un vistazo. Ahora sí lo está (Ediciones La uÑa RoTa, 2010). Nossack, que presenció a cierta distancia y en todo su fáustico apogeo la “Operación Gomorra”, que sacudió el páncreas y las vértebras de hasta el último habitante de Hamburgo, nos lo cuenta en su libro. Los tres días que duró la función se encontraba con su mujer en una cabaña en el campo, pasando unos días de descanso, a muy poca distancia de la ciudad. El 21 de Julio los despertó la estridencia de luz y sonido que se interpretó en Hamburgo. La pareja quedó paralizada. “Tengo la sensación de que jamás podría volver a abrir la boca si no me ocupara antes de esto”. Hans Erich se pone manos a la obra. Tres meses. Su punto de vista, desapegado, sobrio, nada victimista y hasta frío, absolutamente contranatura si tenemos en cuenta la de amigos, familiares, conocidos o vecinos de Nossack que debieron morir durante esos tres días, es el que tanto admira Sebald, cansado del más habitual y natural estilo patriotero mitificador simplista, y de la casi absoluta autocensura alemana a la hora de hablar en concreto de dichas penurias, autocensura que supuso el silenciamiento de las mil miserias padecidas por tantos. Salvo contadas excepciones, señaladas como recalcitrantes, que se decidieron a hablar del asunto, parecía que no les había caído una bomba encima. A pesar de todo ello, valores y meritos de Hans Erich que no me atrevo a discutirle a WGSebald, del libro me esperaba más. Teniendo en cuenta lo que debió ser aquello, creo que Nossack se queda un poco corto en su repaso escénico.

Si queréis podéis acompañar a un escuadrón de la RAF en un raid de esos, desde el cuartel hasta la tormenta de fuego. Las imágenes, con su frialdad aséptica en 16mm. y su distanciamiento de la inflamada realidad, son, por momentos, preciosas e hipnóticas. Quedarse anonadado con ellas resulta un poco desasosegante, incómodo, impresentable, ¿inmoral? si pensamos en la carnicería montada a ras de suelo. ¿Qué pasa con estas cosas? Por no hablar de a ver quién es el guapo que no se ha quedado pegado a la pantalla ante un hongo atómico...

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