
Si O velorio, en vez de hace cuarenta años, se hubiese escrito hace cinco o diez, ya más
abducidos por el titulismo iñaki, digo yanqui, el editor, pensando en modo moneda, no habría permitido que la
obra se titulase sólo así… habría adjetivado
el velatorio con alguna advertencia
estresante de lo que se viene
encima… Porque uno se va a un velatorio en el que pasa y se dice lo que sucede
y se oye en O velorio, y de velatorio a
secas, nada. Que eso es un ajuste de cuentas telúrico, una catarsis, una
terrible carnicería, una cuchillada hormonada durante años… y entonces llamarlo
velatorio a secas como que se queda naive. Como si nos dicen que con un patadón en los güi lo que se
siente es hipo… Aunque quizá mejor
así, porque sin la advertencia, el sorpresón es aún más abrupto e inquietante.

Pues Herr Taxes se anda con esas en su velatorio
virulento… leyendo el libro
me quedé con la sensación de que el gachó Taxes como que veía el asunto en pantalla grande,
gran angular, en color, con sus momentos de lirismo y con sus toneladas de
metralla granítica. Pim, pam y un buen boquete en el suelo, hasta el sótano...
Si el editor fuera un tipo de verdad avispado y con espíritu atrevido lo
que habría hecho es montar una tremenda peli de esas que se hicieron algunas… y
nos habría pegado un telefonazo a algunos para colgar
los carteles del estreno llenos de titulares pshyco y slaughter y sus traducciones y
fotos de la performance electrizante con pedales wah! y alfombras y chicas con
tacones y faldas asesinas y venganzas siderales y cuchilladas
arrepiantes… tremendo show O velorio
Taxes…