
Luego, pasadas la carnicería, el pestazo
y enterrados los restos, terrible manifestación práctica de, entre otras cosas,
las teorías del momento, a los creadores de estas teorías del momento se les
queda cara de espanto y susto… o de escritor genial y rector de universidad…
o de todas estas cosas a la vez. Qué lío… como el momento que va del dicho al
hecho, del manual a la práctica. Luego ya es después. Y según el
caso, tarde.
Bueno… con abominaciones y dudas semejantes
se ve uno deambulando, de nuevo, por la Selva Negra… rumbo a la cabaña de la lumbrera
máxima… descubridor de momentos… varios milimétricos y algunos
con consecuencias en los manuales de historia.

En Mi vida en Alemania antes y después de 1933.
Un testimonio, de Karl Löwith, aparecen las fotos de la cabaña, de su
maestro Martin Heidegger, de Edmund Husserl, maestro del propio MartinH…
Herr
Löwith se abre las tripas, se disecciona vivo en comentarios
impagables… y nos lo cuenta todo, con pelos y señales de cruce, curva peligrosa
y firme
resbaladizo. Para que se sepa, o para desahogarse, o para ganar un
concurso de ya os lo había dicho yo… El caso es que Karl Löwith ya lo había
dicho, antes de los redobles de tambor que, años después, abrieron, entre cañonazos
y alambradas, orejas y ojos por doquier.
El círculo viscoso, el encontronazo, la
jugarreta, lo que haya sido que pasó entre Husserl y Heidegger pero que parece que
fue poco edificante, tal y como generalmente se nos presenta… pues de todo ello
nos habla y cuenta Löwith… al que no se le escapó ningún detalle, allí en Freiburg
él también… dejadle que se explaye.
El librajo es mantecoso y refrescante, lo
mismo baja solo que necesita algo de ayuda… te das un atracón difícil
de explicar, y más, aún, de entender: mitad metafísica, mitad cotilleo con nombres y apellidos de lumbreras tedescas, todo presentado a discreción, por orden
cronológico, por orden alfabético, por orden. La cabaña en la montaña
fotografiada en blanco y negro, lo mismo que Edmund y Martin cara a cara.