jueves, 8 de enero de 2009

Casualidades e indicios...

Conocida es la existencia de fenómenos, situaciones y elementos de toda índole que, aunque su demostración empírica resulta imposible de esbozar con un mínimo de seriedad, ello no impide que su veracidad y autenticidad resulte indiscutible. Ejemplos hay tantos, y tan a gusto del consumidor, que dejo que os sirváis vosotros mismos.

Entre ellos hay uno con el que tropiezo continuamente y que me resulta de lo más inquietante. Al principio, para mi, la cosa no pasaba de simple casualidad. Sin embargo, en poco tiempo, la coincidencia de varias “casualidades” apuntando todas en una misma dirección, hizo que pasase de considerarlas como tales y me plantease por el contrario la posible existencia de ciertos “indicios” sobre la realidad del asunto de marras. Siguió pasando el tiempo y, como os podéis imaginar, los indicios se multiplicaron con lo que aquí me tenéis soltando el espich.

Pero hoy, en vez de hablaros de X (letra con la que aludo al fenómeno, situación o elemento cuya existencia ha quedado demostrada más allá de toda duda razonable), os voy a enumerar alguno de los indicios que me llevaron a mi actual convencimiento. Antes de ello os haré dos pequeñas aclaraciones:

a).- Por desgracia, a lo largo de este interesante recorrido, que partiendo de la casualidad, pasa por el indicio y llega hasta la prueba, se han sucedido varios eslabones de los que no guardo ni referencia ni dato, por lo que ahora os citaré sólo algunos, aquellos que en su momento, por su relevancia o importancia, si que se quedaron conmigo. En relación a los demás lo único que os puedo decir es que fueron varios y que todos apuntaban hacía la misma coordenada: X

b).- También debo aclararos que desde un principio, nada más normal cuando de “grandes verdades” se trata, he partido de tres cutre abstracciones que, a pesar de ciertas excepciones, son ley. Tendríamos pues:

b`).- La escasa tendencia al elogio “inter – pares” que se da entre los Elegidos.

b``).- La existencia dentro de los confines de la mente humana, ya sea ésta de lo más dotada o elemental, de filias y fobias, rarezas y excentricidades, taras e inconfesables apetitos, que sólo en contadas ocasiones y normalmente en círculos muy pequeños de “iniciados” salen de su escondite explayándose a rienda suelta.

b```).- La existencia de giros, símbolos y una larga lista de mensajes cifrados con los que los miembros de determinadas agrupaciones o fraternidades se comunican discretamente y hasta hacen un velado ejercicio de ostentación y pertenencia.

Pasaré ahora a citar alguno de los datos, casualidades e indicios que a lo largo de dos o tres años, y casi siempre a través de la lectura, me he topado en relación a X:

*) Emmanuel Swedenborg (1688 – 1772), científico e inventor sueco, abandona las ciencias repentinamente y se convierte en místico e iluminado. Entre sus experiencias la más destacable es el haberse entrevistado con Dios y con el Demonio en varias ocasiones. Ahí queda eso. Tras el hombre, sus vivencias y opiniones, crece una numerosa comunidad de “adeptos” que llega hasta hoy en día, al igual que una pseudo secta de acólitos denominados “Swedenborgianos”. Es tachado de oscurantista y hereje.

**) Las referencias a Swedenborg se dan con sospechosa frecuencia en determinados y determinantes Elegidos, seres excepcionales poco dados a la ínfula y el panegírico. No sé, no sé. Algo debe haber. Su pista es seguida en principio por Goethe y Heine, por Gérard de Nerval y Balzac. Luego por mucho otros, casi siempre mentes preclaras. Qué sospechoso.

***) Gérard de Nerval, el célebre Desdichado: "Yo soy el tenebroso..." deambula por los límites de la cordura durante años. Internado en sanatorios mentales escribe libros absolutamente deslumbrantes, pero, sobre todo, desasosegantes: Las hijas del fuego, Los iluminados, Aurelia… El dedo lo señala, demencia, ocultismo, proselitismo… sigue los pasos de nuestro Emmanuel.

****) Honoré Balzac no sólo se dedicó a describir las inmensas planicies de la naturaleza humana, tan ricas en toda clase de personajes. También se sumergió en simas de tal profundidad que dejan a uno helado. Menos conocidos que otras de sus obras son los denominados “estudios” o “cuentos filosóficos”: Louis Lambert, Serafita y Los proscritos. Será Serafita/Séraphita su especial vínculo con el asunto que nos ocupa. ¿Qué sabía Honoré? ¿A qué sus continuos guiños “Swedenborgianos”?... Estas novelas, por su temática y confusionismo, parecen querer ir más allá, sobre todo si las comparamos con otras de sus obras, más lineales. Resulta evidente que algo se oculta en ellas… Esta gente habla en clave

*****) Un poco más al norte, con menos luz y más frío, August Strindberg suda la gota gorda escribiendo su “Inferno”. Qué tremendo espectáculo. Deja de lado, en la estacada, mujeres y prole. Se aísla y como un poseso se enfrenta durante páginas y más páginas con dos cuestiones que lo obsesionan, hasta el extremo de deformarle la cara: “Serafita” de Balzac y las ideas, escritos y visiones de Emmanuel Swedenborg. August está en el límite, no hay duda. ¿Qué buscaba August? ¿A quién buscaba, llamaba… e invocaba?

Los anteriores tropezones no llegaron a excitar lo suficiente mis malos pensamientos, aunque reconozco que me tenían un poco mosca. Tampoco otras referencias que me fui topando, y que no recuerdo bien, hicieron cambiar mi parecer. Sin embargo, reseñas más cercanas a nosotros en el tiempo me llevaron a ver el asunto de otra manera, más crédula. Aquí hay algo, se detectan realidades y hechos subliminales de extraña condición:

******) Henry Miller coge un barco en 1939. Va a visitar a su amigo Lawrence Durrell que vive en Corfú. Tal y como le cuenta a Anaïs Nin en una carta del 23 de Mayo de ese mismo año, para cruzar parte del Mediterráneo “me acompañan tu manuscrito… y una traducción al inglés de Louis Lambert, procedente de N.Y.” Extraña referencia, casi intempestiva, entrecomillada en el original…

*******) Jorge Luis Borges, la palabra hecha carne, se lo puede permitir todo. En su libro “El otro, el mismo” de 1964, del que la simple lectura de su prólogo de página y media deja a uno extasiado, incluye un poema titulado Emanuel Swedenborg. ¿Es tal vez un mensaje cifrado?... Pero la cosa no queda aquí, pues él, el Bonaerense Universal, el día 16 de Junio de 1978 le dedica una notable conferencia en la que, distinguiéndolo entre botarates de toda índole, habla de nuestro Emmanuel como “la personalidad más extraordinaria de la historia”… glub, palabra de D***: Amén.

********) Hans Erich Nossack, autor no muy conocido, publica uno de los libros más extraños e intrigantes que he leído: El caso D´Arthez (1968). Su editor en España (Barral, 1972) lo publicitaba con la siguiente cita en la sobrecubierta: “La búsqueda del futuro perdido. ¿Novela policíaca o metafísica?” Cosa rara, no digáis. A pesar de tan extraños comentarios, el libro se las trae, tremendo, intenso y especulativo. Los dos personajes principales son: D´Arthez (protagonista en las Ilusiones perdidas de Balzac) y Lambert (en alusión a Louis Lambert de Balzac, así nos lo indica el autor). Ello no tiene por qué preocuparnos en demasía, a lo mejor sólo inquietarnos un poco. Sin embargo, a mitad de novela, al autor se le va la mano. No es un bocazas, es un letrazas. Los símbolos y claves para iniciados, indescifrables para el resto, se transforman en un leve y ligero comentario, pero de tal índole y calibre, que inmediatamente da la sensación de que estamos pisando terrenos interdictos, prohibidos. Hay cosas que es mejor no saber. Lo que esta gente se traía y trae entre manos es una de ellas. Cosa fea, os lo aseguro. Cuesta creer que se trate de un desliz involuntario. ¿Qué pretende Hans Erich? Nossack?... ¿A quién quería denunciar?

Nacido en Hamburgo en 1901, presenció, como tantos otros, hechos tremebundos. Fue de los primeros, sino el primero junto con Heinrich Böll, en tratar la destrucción masiva, la muerte de cientos de miles de personas, abiertamente y sin complejos, huyendo de los vomitivos discursos heroicos, patrioteros o victimistas. Conoció los escurridizos recursos de los más viles personajes. También la capacidad de los más aplicados entre éstos para no llamar la atención y camuflarse entre los demás, escandalizados por la teatralidad, grosería y desmanes de algunos de sus compañeros de quinta, cabezas visibles de los totalitarismos europeos de la primera mitad del S. XX. De tener que destacar, defendían los más aventajados entre esta caterva, lo harían como próvidos y bondadosos ciudadanos, no como déspotas salvajes, pues esta actitud lleva implícito un más que seguro final de su reinado, como finalmente sucedió. El asunto no pinta bien, eso está claro…

Habiendo asumido los pérfidos entre los pérfidos que la absoluta discreción es fundamental para la obtención de sus fines, que eso de levantar los brazos quedó atrás, ya fuera para estirar la palma de la mano o para cerrar el puño, ¿cómo identificarlos y defendernos de ellos…? y peor aún ¿en qué consisten las nuevas herejías y heterodoxias, prestas a alienarnos, ahora que los problemas del alma nos dan la risa…?

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