 Llevo una temporada algo larga
confundiendo el granito con la espuma… y así tengo los miolos. Le
acabaré pidiendo una explicación a PeterS… Lo de los mundos utópicos y
demás rarities, también los distópicos y hasta los entrópicos, es
cosa que me suele dejar mareado, aburrido, con la sensación de que me han estafado
y sin saber de qué carajo admirarme más… si de la incapacidad del autor de turno,
aunque no de todos, o de la insuperable mediocridad del artilugio
parido por dicho sujeto…
Llevo una temporada algo larga
confundiendo el granito con la espuma… y así tengo los miolos. Le
acabaré pidiendo una explicación a PeterS… Lo de los mundos utópicos y
demás rarities, también los distópicos y hasta los entrópicos, es
cosa que me suele dejar mareado, aburrido, con la sensación de que me han estafado
y sin saber de qué carajo admirarme más… si de la incapacidad del autor de turno,
aunque no de todos, o de la insuperable mediocridad del artilugio
parido por dicho sujeto…
Entre trompada y trompada utópica/distópica
me agencié hace poco un último ejemplo, como de mundos paralelos… o de historias
metafóricas, co
 Todo lo anterior, carente de sentido
alguno, no es más que una disculpa kitsch para deciros que Kundera está tan
obsesionado con Franz Kafka, pero tanto tanto, que es mejor que os leáis Los
testamentos traicionados y lo comprobéis vosotros mismos. De paso abrid
bien los ojos, porque Milan nos lo explica bien clarito, y yo le creo, que
resulta que el Kafka que leemos no es Kafka, que es otra cosa… Ya sé que esto
os suena, porque muchos lo espetan por el mundo adelante, aunque sin explicarse
como es debido… Pero Kundera nos lo deletrea bien clarito, para que no haya
dudas. En la cuarta parte del libro, titulada Una frase, Herr Milan hace
desfilar distintas traducciones de una misma obra de Kafka, en concreto
de un pequeño párrafo de El castillo, y las compara entre
ellas y con el original…. De risa, qué tomadura de pelo. De verdad, vaya con el
cambiazo que nos han dado… Y qué miedo, en manos de qué tarados estamos, es que
nada que ver… al final, Kafkiano no son ni Kafka ni sus obras, sino la imagen
(ya mito) que se trasmite de él, tan afectada y bulímica… y la
imagen/traducción de sus obras… todo este affaire, impotente y morcilloso, roza
la tomadura de pelo… rematando el bochorno nos topamos con que las
sobreactuadas traducciones de K que nos presenta Kundera a lo que tienden es a parecerse no al Franz
original sino al Kafka mito… así no vale… echadle un vistazo al asunto porque
no tiene desperdicio… eso sí, cuando Milan se pone a hablar de sus obsesiones
musicales, les dedica la mitad del libro, es más bien aburrido… De vuelta al
pupitre le gustan Broch, Musil, Gombrowicz…
Todo lo anterior, carente de sentido
alguno, no es más que una disculpa kitsch para deciros que Kundera está tan
obsesionado con Franz Kafka, pero tanto tanto, que es mejor que os leáis Los
testamentos traicionados y lo comprobéis vosotros mismos. De paso abrid
bien los ojos, porque Milan nos lo explica bien clarito, y yo le creo, que
resulta que el Kafka que leemos no es Kafka, que es otra cosa… Ya sé que esto
os suena, porque muchos lo espetan por el mundo adelante, aunque sin explicarse
como es debido… Pero Kundera nos lo deletrea bien clarito, para que no haya
dudas. En la cuarta parte del libro, titulada Una frase, Herr Milan hace
desfilar distintas traducciones de una misma obra de Kafka, en concreto
de un pequeño párrafo de El castillo, y las compara entre
ellas y con el original…. De risa, qué tomadura de pelo. De verdad, vaya con el
cambiazo que nos han dado… Y qué miedo, en manos de qué tarados estamos, es que
nada que ver… al final, Kafkiano no son ni Kafka ni sus obras, sino la imagen
(ya mito) que se trasmite de él, tan afectada y bulímica… y la
imagen/traducción de sus obras… todo este affaire, impotente y morcilloso, roza
la tomadura de pelo… rematando el bochorno nos topamos con que las
sobreactuadas traducciones de K que nos presenta Kundera a lo que tienden es a parecerse no al Franz
original sino al Kafka mito… así no vale… echadle un vistazo al asunto porque
no tiene desperdicio… eso sí, cuando Milan se pone a hablar de sus obsesiones
musicales, les dedica la mitad del libro, es más bien aburrido… De vuelta al
pupitre le gustan Broch, Musil, Gombrowicz…
 

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