sábado, 14 de diciembre de 2013

Galou, Z 28/ Kundera/ Kafka

Llevo una temporada algo larga confundiendo el granito con la espuma… y así tengo los miolos. Le acabaré pidiendo una explicación a PeterS Lo de los mundos utópicos y demás rarities, también los distópicos y hasta los entrópicos, es cosa que me suele dejar mareado, aburrido, con la sensación de que me han estafado y sin saber de qué carajo admirarme más… si de la incapacidad del autor de turno, aunque no de todos, o de la insuperable mediocridad del artilugio parido por dicho sujeto…

Entre trompada y trompada utópica/distópica me agencié hace poco un último ejemplo, como de mundos paralelos… o de historias metafóricas, con lo que no me entero de nada y así no hay manera de saber quién es el bueno y quién el malo… editorial Xistral y portada bien bonita, años setenta… Herr Diéguez, Lois… Galou, Z 28 del gachó no tenía ni idea, y sigo igual, pero entre la portada y la pinta del librajo me entraron las ganas y me puse a leerlo… y me acabó gustando, sabe a otra época, cercana pero a años luz… como si con un simple paso cambiáramos de galaxia, plano, época, o lo que sea… de bacterias a mamíferos en tres cuartos de hora. Como quien se iba a Ancares hace treinta años, cuando apenas había alguna carretera asfaltada, y se quedaba estupefacto rodeado de feudalismo. Si volvías luego al mismo sitio quince años después, carreteras y progreso a discreción, parecía que habían pasado tres siglos, como mínimo… de la palloza a la parabólica en un vira vira, de golpe en la centrifugadora… El libro de Herr Lois es de antes de asfaltar… y eso tiene su punto. 

Todo lo anterior, carente de sentido alguno, no es más que una disculpa kitsch para deciros que Kundera está tan obsesionado con Franz Kafka, pero tanto tanto, que es mejor que os leáis Los testamentos traicionados y lo comprobéis vosotros mismos. De paso abrid bien los ojos, porque Milan nos lo explica bien clarito, y yo le creo, que resulta que el Kafka que leemos no es Kafka, que es otra cosa… Ya sé que esto os suena, porque muchos lo espetan por el mundo adelante, aunque sin explicarse como es debido… Pero Kundera nos lo deletrea bien clarito, para que no haya dudas. En la cuarta parte del libro, titulada Una frase, Herr Milan hace desfilar distintas traducciones de una misma obra de Kafka, en concreto de un pequeño párrafo de El castillo, y las compara entre ellas y con el original…. De risa, qué tomadura de pelo. De verdad, vaya con el cambiazo que nos han dado… Y qué miedo, en manos de qué tarados estamos, es que nada que ver… al final, Kafkiano no son ni Kafka ni sus obras, sino la imagen (ya mito) que se trasmite de él, tan afectada y bulímica… y la imagen/traducción de sus obras… todo este affaire, impotente y morcilloso, roza la tomadura de pelo… rematando el bochorno nos topamos con que las sobreactuadas traducciones de K que nos presenta Kundera a lo que tienden es a parecerse no al Franz original sino al Kafka mito… así no vale… echadle un vistazo al asunto porque no tiene desperdicio… eso sí, cuando Milan se pone a hablar de sus obsesiones musicales, les dedica la mitad del libro, es más bien aburrido… De vuelta al pupitre le gustan Broch, Musil, Gombrowicz…

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