

La mala es que varios renglones de varias páginas venían subrayados a lápiz. Virulento asunto, pensé. A mayores, en una página hacia el final del libro, nos encontramos con una anotación, también a lápiz. En concreto, ante la aparición de la palabra “excavadora”, el pretérito lector anotaba al margen: “Tema recurrente en P. Ver Las cenizas de Gramsci”. Bueno, pensaría cualquiera, intento fallido. Demasiado trillado el libro. Tampoco estaba barato…
La buena noticia es que el ejemplar traía más cargamento adicional. En concreto, en la segunda hoja aparece, majestuoso y amenazador, un ex libris: el de Juan Marsé. Caray, así la cosa cambia. Inmediatamente compré el libro en cuestión.

Cómo, por qué, cuándo y demás, dejó de pertenecer al susodicho JM el libro, no nos interesa. Tampoco si hay truco en el asunto, cosa que dudo. El caso es que los subrayados y anotaciones pasaban a tener un concreto y pretérito lector. Encima relevante, con lo que, aparte de disfrutar con la lectura de una novela que está realmente bien, lo hice también curioseando con qué había llamado la atención de mi antecesor. Muy divertido, aunque os advierto de la existencia de cierta fijación en el pretérito lector. También he buscado en Internet la grafía de Marsé, para así salir de dudas, pero no he encontrado nada por ahora. Seguiré en el asunto… en último caso aprovecho, cruzo el Pisuerga, y le escribo a JM… aunque antes tendré que leer algo de su cosecha, cosa que hasta la fecha no se me había ocurrido, para ver si merece la pena perder el tiempo con él, no vaya a ser. Cuánto trabajo, la leche.
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