Fuera de serie la obra magna y capital del flemático Claude Lanzmann. ¿Cómo fue capaz de abordar semejante asunto? El resultado es impresionante. Nueve horas de documental cinematográfico que cualquiera podrá pensar de antemano que serán un esperpento insoportable, sea el que sea el tema a tratar. Nueve horas que si encima se reducen básicamente a entrevistas de algunos protagonistas de la Shoah, podrán parecer un coñazo barbitúrico y lacrimal. Entrevistas acompañadas de imágenes de una belleza incontestable, sin duda trágica e intestina, pero belleza al fin y al cabo, en todo momento escapando del estilo victimista-heroico-grandilocuente que resulta inevitable al tratar semejante carnicería… nueve horas, finalmente, que hipnotizan al instante y durante las que, aunque parezca imposible, no hay atisbo de morbo ni de sensacionalismo, no hay basura simplista de tipo alguno. Lo que hay son unos testimonios de varias víctimas y de algún verdugo/victimario que cortan la respiración. Las imágenes todas actuales, nada de palas excavadoras apelotonando desechos murientes, ni fosas repletas, ni esqueletos andantes, ni barracones atestados e infestos. Cero concesiones kitsch. Lo que vemos son imágenes, todas del momento en que se grabó el documental (1975 – 1985), de los entrevistados, qué rostros y empaque, qué miradas, qué pasada… de las estaciones del tren, de los carteles de las mismas: Treblinka, Auschwitz, Sobibor, (literalmente dejan helado al más pintado) de los restos de los Lager, de las vías… de trenes circulando por las mismas vías que guiaron a tantos y tantos al espanto… de los vecinos del lugar (casi siempre de campos polacos), de su pobreza y sus recuerdos, imágenes imantadas de Varsovia o Silesia, de Oswiecim o Chelmno… monumental y acojonante.
Antes que Lanzmann, en 1955 Alain Resnais había iniciado el camino con “Noche y niebla”, también un referente en cuanto al asunto. Misma temática aunque distinto enfoque. Apenas cuarenta minutos que, por supuesto, dejan K.O. a cualquiera. La versión alemana, “Nacht und nebel”, fue doblada del francés al alemán por el sombrío y desdichado Paul Celan. Es su voz, la de un genial muerto viviente, la que taladra los oídos teutones… Ambas joyas están esperando por vosotros.
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