
Cuidado con el
proyectil Homo Sacer que no deja de ser una filosofada sobre la soberanía
y la vida y el estado de excepción y la ley, la biopolítica y la
nuda vida… juó, juó… llena de propuestas impactantes, marcianadas
absolutas que recuerdan las idas de olla del escándalo PeterSlo. Eso sí, Agamben
tiene mucho más de inteligible que el teutón flamígero, al que a etéreo y
abstracto no le ganan ni el vacío ni el EleEseDe.
A mí me recomendaron
Homo Sacer, no sé si como penitencia o como zanahoria… también
me espetaron que encontraría en él las soluciones, las razones que resolverían
algunos de los dilemas, más bien babosadas, que apremian estos meses a
cualquiera que abra un periódico o vea el telexornal… el librajo es tremendo, pero
soluciones a los problemas de telediario no hay ninguna... menos m al, que
ese análisis
barriobajero se espera de cualquier mediocre de tertulia, pero no de
alguien mínimamente preparado…
El gachó
Agamben parte, entre otros, de Schmitt, Arendt y Kafka, también de
Benjamin o de los campos de concentración, para soltarse luego con su solo
magnífico y provocativo y deslumbrante… cosa fina. El pedazo libro tiene
continuación… que Giorgio muerde y no suelta... ojo con su punto de vista sobre
los estados
intermedios entre la vida y la muerte, o su visión de los Lager, o el paradigma
de la soberanía, o la vigencia sin significado… parece un saxofonista de los
buenos, en una tarde de las mejores…
Por cierto, que
ellos se juntan..., el amigo Agamben aparece, con un pequeño papel, en una de las
mejores pelis de Pasolini…
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