sábado, 6 de noviembre de 2010

El punto de vista de cualquiera.



Creo que a nadie se le escapa que, en más de una ocasión, cualquiera de nosotros se puede referir a una cosa utilizando los términos y usos que describen y son propios de otra. Bien. No pasa nada. Cosa distinta es lo que sucede con determinadas cuestiones que, tras haber sido transformadas de raíz por su propia evolución, se siguen describiendo con los mismos términos, usos y frases hechas que la describían cuando, en sus orígenes, era radicalmente distinta de lo que es ahora. Cuando pasa esto la cosa tiene gracia.

Aunque yo de estas cosas no tengo ni idea, basta con leer lo que los ¿críticos de arte? y varios artistas sueltan sobre el arte para elevar lo de estos personajes a caso paradigmático de la chorrada arriba anunciada. La palma en esto se la llevan el conglomerado de artes plásticas/performance/instalaciones/happenings y compañeros mártires. Y el resultado de los comentarios y rarezas verbales de esta gente es como definir un navajazo mortal por la espalda en términos de caricia y delicadeza de enamorado.

Independientemente de lo que nos parezca, la realidad es que en buena medida (aunque no de manera absoluta) el arte, ya no digamos el citado conglomerado de artes plásticas/performance/instalaciones/happenings, ha pasado de ser el punto de vista/creación de los mejores y más dotados, a ser el punto de vista/creación de cualquiera, con cierta tendencia a que ese cualquiera sea más bien todo lo ¿escandaloso?, ¿seguidista?, ¿irreverente?, ¿estúpido?, ¿subvencionado?, ¿pedigüeño? que sea posible. Por supuesto, todo ello llevado a cabo con un perfil más bien bajo, para rematarla. Y esto es lo que hay. Hay mucha gente que no soporta que una mayoría seamos vulgares o del montón, y otros, muchos menos, sean mejores o estén tocados por la varita mágica. Se pretende que todos seamos genios en potencia o ya consumados. Y es que no puede ser… Desde luego el remexido que las impresionantes vanguardias del S.XX le dieron al conglomerado de nuestros amores fue tremendo, sin duda; pero ni surrealistas, ni dadaístas, ni el más delirante Marcel Duchamp, soñaron con semejante estropicio

Pero a lo que vamos, que lo anterior es tema para entendidos, lo que a mí me hace gracia es que, mientras que lo que llamamos arte a lo largo de los últimos cien años se ha dado un revolcón de tres pares de narices, revolcón que, en no pocos casos, lo ha convertido en casi lo contrario de lo que era (realidad o tendencia que, nos parezca bien o mal, ahí no entro, resulta más que evidente), las creaciones de los artistas actuales (entre los que abundan los cualquieras), se siguen describiendo por parte de varios de ellos, y de todos los ¿críticos de arte?, con los mismos términos con los que se describía el arte cuando aún era el punto de vista/creación de los mejores y más dotados, y no, como es tan frecuente ahora, el punto de vista/creación de cualquiera. Evidentemente, ambas creaciones, la del mejor (en lo suyo, claro está) y la de un cualquiera/babosete, suelen ser muy distintas; salvo para un crítico de arte, ya no digamos del conglomerado aludido, aunque también de otros muchos. Así, en boca de estos anacrónicos personajes, un zurullo envasado al vacio y con fecha de caducidad no es calificado como frivolidad, estridencia, chorrada o hasta gracia, seamos generosos, que también se podría hablar de gansada y estulticia, sino, abraiémonos, en los mismos términos con los que se enaltece la etapa azul de Picasso, las notas más inspiradas de Bill Evans, o lo que se os ocurra de mejor y más deslumbrante… ahora vendrán todos estos tarados, con su disculpa/majadería de siempre, diciendo que, en su momento, también Picasso o Bill Evans fueron uno de esos cualquieras/babosos que tanto nos aburren. Y se quedan tan anchos. Creo que es imposible que no se den cuenta del esperpento que mantienen en pie, imposible. Por qué no cambian sus maneras y las adecúan a la realidad es un misterio. Es tan ridículo escucharlos o leerlos comentando una instalación consistente en una silla metálica en medio de una sala vacía, que, a mí, me dan vergüenza. Como a casi nadie se le escapa, la silla metálica en medio de una sala vacía, o es parte del mobiliario, o es una chorrada. Y ello aunque un snob pague por ella miles de miles, asesorado por algún ¿crítico de arte? previo pago de oportuno corretaje, subvención o comisión. Pero dejemos que Hugo Ball les explique el grado supino de su idiotez:



















.
..
.....Os
...............queda claro,
..............................................¿no?

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